Creo que hoy en día nos cuesta mucho comprometernos. El tiempo pasa y siempre tenemos miedo a que las decisiones que hemos tomado o que tengamos que tomar no sean las mejores. Tenemos miedo al remordimiento y a la infelicidad. Tenemos miedo a quedarnos solos y muchas veces, a conocer las cosas en su integro. Y pensar, actuar de esta manera es todo lo que no debemos hacer. Comprometernos es la mejor manera de hacernos libres pues solo utilizando la libertad de que disponemos empezamos a marcar un camino personal. Profundizar el conocimiento es vivir. La juventud es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla[1] .Tenemos que ser jóvenes con ganas de conocer y de mejorar en todos los sentidos. No podemos tener miedo a emprender un proyecto económico por el recelo de fallar. Tampoco podemos decir que no a un amor por sospechar que la relación no saldrá bien y que todo termine en dolor. Hay que querer con pasión. Ver las cosas con razón y mirarlas con el corazón.
Los jóvenes somos el aglomerado de personas que futuramente gobernará el mundo. Somos un grupo de amigos fácilmente influenciable por los medios de comunicación. Pero, principalmente, nos dejamos afectar por la falta de espirito critico que nos suele envolver; no actuamos ni tampoco tenemos ganas de cambiar el mundo porque somehow, después de ver de todo en las noticias, en las películas y en los videojuegos, nos hemos vuelto en seres “indiferentes” a lo que pasa. No hay opiniones ni posiciones. Es todo “relativo”. Y creo que, otra vez, es este espirito de que “todo es relativo” que perjudica a muchos jóvenes de hoy en día.
Aunque muy influenciables cuando no se nos han enseñado ciertos valores e ideas previas (y lo han enseñado porque somos influenciables y, pero no todos y ni siempre, educables), la juventud sabe lo que no quiere antes de saber lo que quiere[2]. Puede que no sepa que es lo que quiere hacer con su vida. Pero la verdad es que sabe lo que no quiere hacer de ella. De igual manera que buscamos en nuestros ídolos y ejemplos una forma de vida que envidiamos y unas capacidades y decisiones que muchas veces no hubiéramos tenido coraje de tomar, tenemos presente en nuestra miente aquello que no buscamos y aquello en lo que no nos queremos transformar.
Me da pena que la gente no utilice la juventud para ganar aptitudes y capacidades. Que solo la utilice para “pasárselo bien” y disfrutar. Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta[3]. Este es el momento de formarnos para lo que nos vienen anunciando que es la “vida real”.
La gente joven está convencida de que posee la verdad. Desgraciadamente, cuando logran imponerla ya ni son jóvenes ni es verdad[4]. No siempre queremos aceptar que nuestra falta de conocimiento sea una razón válida para que nuestros argumentos no se tengan en consideración. No queremos acreditar que la poca experiencia es la lección menos estudiada cuando alguien mayor nos presenta unas conclusiones que son fruto de toda una vida. Preferimos pensar que la verdad, que la razón, la tenemos nosotros y que los demás están desactualizados. Eso creemos nosotros. Y es entonces cuando maduramos y no solamente vemos el ridículo de nuestra posición anterior como la claridad de esa posición mayor y superior.
Buscamos en los amigos una compañía en esta vida y una certeza de que no estamos locos, de que hay gente que piensa y siente como nosotros. Nos buscamos entre nosotros porque consideramos que los de nuestra generación nos comprenderán mejor. Buscamos entendimiento y cariño. La generación que nos persigue pensará lo mismo de nosotros. Y la que tenemos delante de nosotros nos intentará orientar.
Sea como sea, la verdad es que, al final del todo, la juventud es un estado de ánimo, y quien sepa mantenerlo no solo no morirá lleno de vida como también con la satisfacción de haber desarrollado una vida feliz y completa (y joven).