miércoles, 26 de octubre de 2011

Sexo y Amor

Sexo y Amor son dos actos tan iguales pero, al mismo tiempo, tan distintos que prefiero hablar de ellos en separado e intentar, siempre que sea posible, diferenciar los dos. Para representar la realidad de que queremos hablar es difícil hacerlo si empleamos palabras abstractas.; por ello, hablaré de estos temas con toda la sinceridad y con la menor demagogia posible: no creo que sea posible hablar de la esencia de algo si ponemos, desde un primer momento, una mini-protección o camuflaje a ese algo. 

En primer lugar, el sexo. Empecemos por definirlo como el supremo acto afectivo-corporal que puede realizarse fuera de la relación matrimonial. Pura y simplemente fuera de ella. Es tan atractivo, tan placentero, que todos nos sentimos atraídos por ello. Es más, todos lo queremos hacer y los chicos somos los que menos argumentos necesitamos para realizarlo. Al mismo tiempo, es objeto de un gran mercado, objeto de mucho lucro, objeto de mucha maldad y asquerosidad, de un aprovecharse de muchas vidas inocentes. Insensible porque dichos actos fuera de un contexto no son amor, no se presentan como un acto de sinceridad y de entrega humana total. Puede ser algo con lo que luchamos como también puede ser algo con lo que vivimos y con lo que degradarnos. El sexo es adictivo y uno siempre quiere más. Una vez que ya hemos experimentado algo queremos experimentar más; una vez que ya hemos visto algo, si nos gusta, queremos ver más y más. Por ejemplo, la pornografía es una seductora profesional que logra enganchar a miles de miles de hombres (y algunas mujeres).

Por seguir con el ejemplo, la pornografía es algo terrible. No nos damos cuenta pero no es un crimen sin víctimas. Cada vez más la pornografía consumida en internet es citada como la causa del aumento de divorcios en este mundo. Pero no sólo eso. Según estudios realizados por el científico social Dr. W.L. Marshall, la verdad es que casi una mitad de los violadores usaron pornografía representando sexo de común acuerdo, con el fin de estimularse, y preparar la búsqueda de una víctima para violar. Por otro lado, otros investigadores han descubierto que los violadores y los que acosan a los niños, usan la pornografía en el momento inmediato antes y durante los asaltos. Los consumidores de esta, vamos llamarle, droga, pueden desarrollar actitudes de insensibilidad hacia las mujeres, a trivializar la violación como ofensa criminal o hasta a no considerarlo un crimen además de considerar las relaciones de poligamia como algo normal.

La pornografía tiene efectos nocivos es algo que no siempre es percibido por aquellos que la consumen. La pornografía tanto la mal llamada leve como la fuerte, produce daños extensos y permanentes. Debemos de tener en consideración lo siguiente:
1. Incluso la pornografía leve –si es posible hablar así- hace daño a cualquiera.  La pornografía interfiere en las relaciones interpersonales y en el desarrollo moral de todas las personas que la ven. De hecho, la pornografía leve es un factor que está presente en numerosos suicidios de gente adolescente.
2. La pornografía insensibiliza al que la ve - toda la pornografía, "leve", fuerte y aun los materiales de "educación" sexual "neutral", insensibilizan al que la ve y lo condicionan a los actos sexuales, violentos o no, como parte integral de la conducta humana. Como dirían Neil Malamuth, Ed Donnerstein y Dolf Zillman, tres de los principales investigadores de la violencia sexual: "La pornografía insensibiliza. El ver estos materiales, sean estos violentos o no, coactivos o no, aumenta experimentalmente la conducta agresiva del hombre contra la mujer, y disminuye la sensibilidad, de tanto el hombre como la mujer, hacia la violación sexual y hacia la situación deplorable de las víctimas. Tanto los hombres como las mujeres, después de haber visto este material, creen que la mujer que ha sido víctima de una violación sexual ha sido menos perjudicada, es menos digna y hasta es responsable de su propio sufrimiento”. Este estudio también demostró que después de ver estos contenidos, muchos de los chicos universitarios estarían más dispuestos a obligar a una mujer a realizar actos sexuales, si se les pudiera asegurar que no serían atrapados o castigados.
3. La pornografía es adictiva – Todas las personas que ven pornografía desarrollan el deseo de ver material pornográfico cada vez más perverso. Todas las personas fantasean acerca de materiales pornográficos y actos más perversos y muchos de ellos incorporan dichos actos en sus relaciones sexuales. Como ocurre con el caso de los drogadictos, aquellos que consumen pornografía llegan a sentir que necesitan materiales más y más perversos para mantener su nivel anterior de excitación sexual.
4. La pornografía degrada al matrimonio. Aquellos que consumen pornografía, generalmente ven un producto que les enseña mujeres atractivas y que realizan casi cualquier tipo de acto con cualquier número de hombres. Estos usuarios de pornografía comienzan a pensar que con su pareja también deberían realizar actos que sean por lo menos un poquito más "aventurados" o "experimentales" que aquellos a los cuales están acostumbrados. Cuando éstas no satisfacen las fantasías que la pornografía les ha producido, entonces dichos usuarios se sienten insatisfechos. Es entonces cuando a menudo buscan a las prostitutas, que están acostumbradas a lidiar con estas peticiones tan extravagantes y perversas.
5. La pornografía aumenta la intención criminal de delincuentes peligrosos. Esto es fruto de más de 65 estudios que demuestran que los criminales peligrosos (pederastas, asesinos, violadores, padres incestuosos) no sólo son más propensos a cometer sus delitos si consumen pornografía, sino que también son más propensos a usar extensamente la pornografía poco antes de cometer sus crímenes. Todos sus mecanismos para liberar tensión pronto se llegan a relacionar con las perversiones sexuales y su conducta se hace cada vez más criminal.
6. La pornografía impulsa a realizar otros crímenes y los facilita. Los que promueven la pornografía también promueven la pederastia al trivializar los actos sexuales entre niños y adultos.

                La pornografía es un tema que está presente en nuestra sociedad por medio de videoclips, escenas de películas, etc. hasta las letras de muchas de las canciones que escuchamos hablan de posiciones, situaciones y  ansiedades sexuales que nos acostumbramos a cantar como algo natural. Es esta actitud de la sociedad lo que me preocupa, que poco a poco va quitando esa sensibilidad que es necesaria para que uno pueda vivir una relación con amor y no sólo con sexo. Es este dejarse llevar, ser indiferente o simplemente no preocuparse lo que va destruyendo la noción de pudor que tanto es necesaria en cualquier convivencia humana.

                Tenemos una necesidad demasiado importante de cuidar nuestro aspecto espiritual. Nuestra persona no se compone solamente de un cuerpo, sino de una estructura que combina la corporalidad con la espiritualidad. Por ello, tenemos que educar, proteger y orientar nuestro espíritu en la dirección cierta, en caso contrario, a pesar de que se encuentre en un cuerpo en ese momento puro, terminará por degradar.

                Y este es el momento en el que hablamos del amor, de un amor puro y duro, de un acto transcendente que marca la vida de quienes consciente, libre y puramente lo realizan. Es importante que el alma tenga una primacía sobre el cuerpo a la hora de decidir qué hacer con él.

                Si mi cuerpo es la expresión de mi alma, ello significa que la educación de mi cuerpo llevará a presentarlo como la manifestación adecuada de mi persona. Y esto es el pudor. No se trata de tener más o menos ropa encima de la piel. Con más ropa se puede tener menos pudor. Lo importante en este tema es la “disponibilidad sexual” que trasmitimos a los demás. Por ejemplo, unos pantalones pueden ser más cortos que una mini falda pero aunque la minifalda enseñe menos destaca lo más sexual, porque provoca la precepción asociada de una mayor disponibilidad, no deja de llamar la atención sobre ciertos aspectos provocativamente sexuales del cuerpo femenino.

                Todas estas pequeñas cosas son muy importantes a la hora de entregarnos a una persona. La sexualidad es, más que nada, la expresión corporal de nuestra capacidad de amar. En el amor esponsal, ese amor en el cual uno se entrega, se da a conocer y a amar de una manera más profunda y total, interviene también el cuerpo porque interviene la persona entera. Es este y verdadera entrega acto, esta intervención del cuerpo como expresión del alma, que da un carácter  irreversible a la relación de entrega. Cuando uno se entrega con su cuerpo es porque se entrega a sí mismo en plenitud. Pero, cuando uno entrega de verdad su alma, tiene que tener en cuenta que implica la totalidad de la vida. Entregarse entero es entregar la vida entera. Si no, no hay verdadera entrega. Por ello, el acto sexual fuera del matrimonio es una mentira, no es un verdadero “hacer el amor”, porque la entrega total y para siempre que ese acto sexual debería expresar no existe todavía.

                El casarme para siempre, sin poder separarme de esa preciosa mujer que he elegido tener a mi lado es, literalmente, una locura. El depender totalmente de otra persona, entregar mi corazón y mi cuerpo de manera que ya no son míos, sino de otra persona, de tal  modo de que si ella falla, no hay vuelta atrás, es una locura.  Precisamente por esto, la expresión corporal de esa entrega, que es hacer el amor, expresa con una locura física y afectiva la locura personal de semejante entrega. Sin esta locura de entrega que es el matrimonio la locura de la carne se queda sin fundamento. Ya no será una expresión del espíritu, pues aun no  hemos realizado esa locura de amor, ese acto concreto que es el compromiso irrevocable de atarse, de entregarse de verdad el cuerpo y el corazón al otro. 

Bibliografía
Homosexualidad:
Pornografía:
Amor Conyugal – Sexo y Amor

Libro de suporte al tema “amor”

-         Santamaría, Mikel Gotzon, Saber Amar con el cuerpo, Mundo y Cristianismo, Palabra, 7º Edición, Julio 2005

jueves, 13 de octubre de 2011

Vivir en paz

Vivir en paz. La verdad es que no es nada fácil vivir en paz. Más que nada porque vivir en paz significa que disponemos de una tranquilidad interior que se reflejará exteriormente a los ojos de los demás por nuestros actos, actitudes, etc., y alcanzar dicho estado de espíritu no es algo que muchos consigan alcanzar. Tener vida interior es la clave para alcanzarlo y perdonar es uno de los caminos con el que tendremos que enfrentarnos cara a cara. Tampoco es fácil perdonar. Nada fácil. Además, nosotros que somos hombres, nos sabemos orgullosos y nos cuesta perdonar, sobre todo cuando ese orgullo que tanto intentamos cuidar, se ha dañado en algún momento. A mí me cuesta mucho. Por alguna razón, siempre he sido muy sensible. Por ejemplo, los pequeños detalles que quizá le darían igual a un chico de mi edad pueden afectarme mucho positiva o negativamente.

Tener demasiados sentimientos no es algo malo, siempre y cuando uno sea consciente de ello y los sepa controlar. Si tengo una personalidad que se fija mucho en los detalles y opiniones de la gente, tendré que saber dar importancia a lo que realmente es importante y quitarle peso a lo que no lo es. De otro modo, jamás podré vivir en paz pues estaré pendiente de lo que me digan o del modo como va a reaccionar la gente a las cosas que hago.  

No es fácil perdonar. A veces, uno va guardando pequeñas piedras de esta o de aquella persona y al final tendremos una bolsa tan llena de piedras que somos incapaces de disfrutar cuando esa persona está con nosotros. ¿La solución? Echar fuera todas esas piedras y empezar otra vez. Y si es necesario, otra vez y después, otra vez. La vida es una asignatura en la que nadie puede sacar matricula. Por muchas teorías que el hombre sea capaz de inventar, nunca podrá encontrar la medicina infalible, a modo de piedra filosofal, para una vida perfecta. Sólo encontrará la paz si está dispuesto a recomenzar constantemente.  

Muchas veces la falta de paz interior se debe a la falta de felicidad y la falta de felicidad se debe a la falta de lo primero. Todo hombre busca ser feliz y para serlo es necesaria la perfección espiritual. Solo cambiando, modificando, conociendo y aceptando la realidad interior que llevamos dentro podremos darnos y entregarnos a los demás. En relación con esto, creo que los cristianos tenemos mucha suerte. Porque, no hay nada mejor que poder confesarnos y echarlo todo fuera una y otra vez. No hay nada mejor que saber que por lo menos alguien se preocupa de que esa agua que llevamos dentro se encuentre tranquila y pueda reflejar nuestra alma de una manera limpia. De otro modo, si el alma sigue temblando, no nos podremos ver a nosotros claramente y tampoco a los demás: es cuando sentimos que hay algo “turbio” dentro de nosotros que nos molesta, que constantemente asalta nuestro sub-consciente y que, de manera más temprana o no, también afectará a los demás.

El cristiano tiene la gracia de poder darle al dolor un sentido más transcendente, y así hacer que tenga un sentido más humano. Si logramos superar la frustración que produce a veces la vida, o por lo menos crear en nosotros una disposición a intentar entender y comprender los diversos fenómenos que van ocurriendo en ella, podremos vivirla de una manera más consciente y profunda.

A veces vivimos corriendo, hay tantas cosas que tenemos que hacer y a las que tenemos que corresponder que vivimos sin vivir. Es esencial que uno se pare a veces y vea las cosas en slow-motion. Dónde estamos y porqué. A dónde vamos y si no a dónde estamos dispuestos a dejar que nos lleven.  El tiempo y las decisiones son una pareja amorosa que se divierte haciéndonos sufrir. Siempre tenemos miedo de tomar grandes decisiones porque el tiempo va a pasar y, si las cosas no salen como lo habíamos pensado de las dos, pueden ocurrir dos cosas: o bien, nos dejamos sorprender y alegrar por lo que la vida nos ha regalado y no esperábamos, o bien, consideramos que hemos perdido un tiempo precioso de nuestra existencia y que ha sido un oportunidad desperdiciada porque ya no hay vuelta atrás. El saber que este última puede ocurrir es lo que nos hace mantener un pie atrás muchas veces. Y esto es una equivocación. Es cierto que uno tiene que pensar en lo que quiere, pero vivir sin decidir es simplemente existir: uno que sólo corresponde a los acontecimientos que van apareciendo en su vida pero no toma ninguna decisión, y no busca algo más; ese alguien no vive la vida ciertamente y su realidad interior casi no existirá.

En fin, hay tantas cosas que querría decir y tan poco espacio que prefiero dejar caer estas ideas: que la paz interior es lo que nos permite vivir en paz con los demás y con nosotros mismos; que aun que nos encontremos tristes y decepcionados podemos ser gente alegre a los ojos de la gente porque interiormente le hemos dado un sentido objetivo a nuestras inquietudes; que la paz interior muchas veces se encuentra hablando y exteriorizando todas las preocupaciones y deformaciones interiores con los demás y encontrando en ellos comprensión o por lo menos entendimiento; que vivir en paz significa más que nada el logro e intento constante de uno en auto-realizarse y en conocerse y dejarse conocer sin miedo por uno mismo.