miércoles, 9 de noviembre de 2011

El debate político

El debate político. Estas tres palabras transmiten tanto una idea o un concepto políticamente correcto como un tema en el cual, aunque no se tenga una idea muy clara o un ideal concreto que defender, parece que todos pueden opinar y criticar a su buen gusto. La verdad es que la política, tal como todas las instituciones por las cuales una sociedad moderna intenta sostenerse, no puede escapar a un rasgo común a todo lo que el hombre a logrado construir: su esencia humana. La política, los políticos, son humanos. Y es de este hecho del cual debemos de partir.

La realización individual de cada ciudadano de que somos humanos le llevaría a la conclusión de la imperfección inherente a cada uno de nosotros. Y es esta imperfección en el modo de actuar y reaccionar de los políticos que tanto nos afecta. Si nos damos cuenta de nuestra propia imperfección, por el hecho de ser humanos, tenemos como consecuencia lógica el esperar que quienes nos representan políticamente son igual de imperfectos, o incluso más que nosotros debido al hecho de que sus acciones repercuten en un mayor número de personas.

Es por esto que no podemos exigir a nuestros representantes políticos unos resultados perfectos. Lo que sí podemos exigirles— como fruto de la confianza que hemos depositado en ellos—, es la búsqueda constante de soluciones que mejor respondan a los problemas de la sociedad contemporánea. Siendo responsables de todo un pueblo y de la formación de una sociedad, dichos objetivos políticos deberían de ser concretados por la mayoría de las distintas fuerzas políticas, tal y como dice el dicho “dos cabezas piensan mejor que una”.

Independientemente del numero de cabezas de que se trate, es esencial que haya dos elementos: que el principal objetivo de las medidas sea el bien común y que este haya sido definido por un dialogo sincero y eficaz entre los distintos partidos políticos. Sin estos dos elementos, cualquier tentativa de progresar en la sociedad y en los ámbitos políticos es ineficaz ya que, como decía el Prof. Nubiola, nos encontraremos constantemente con una oposición sistemática y sin lógica entre los principales partidos políticos[1].

Cuando se trata de tomar decisiones y carecen los antes mencionados elementos, es extremadamente difícil que haya algún tipo de progreso, sin importar del sistema político del que se trate. Claros ejemplos de esa inhabilidad de progreso son países como Estados Unidos, México, y como ya sabemos, la propia España.

En el caso de Estados Unidos, se ha hablado desde hace años de llevar a cabo una reforma del sistema de salud, y esa reforma fue parte de las muchas promesas que le consiguieron a Obama su actual presidencia. El año pasado Obama presentó su propuesta al Congreso, y para la sorpresa de nadie, ésta fue denegada.  La iniciativa fue bloqueada porque nadie quiso comprometer los “principios” de su partido, ni escuchar sugerencias.

Ahora, México y el narcotráfico. El Presidente mexicano, Felipe Calderón tiene un plan de acción definido para ganar la batalla contra el narcotráfico y el crimen organizado. El problema de esto es un poco más complejo. El gobierno de Calderón ataca a los narcotraficantes, y éstos a su vez se desquitan con la población civil. Entonces, la oposición se aprovecha de esto para bloquear las iniciativas de Calderón y para desprestigiarlo ante el público. ¿El resultado de esto? Que la guerra contra el narcotráfico no salga adelante, y todo por dar la contra a la oposición.

Y para terminar con los ejemplos, España y la crisis económica. Todos critican al actual gobierno, porque no toma medidas contra la crisis y porque las que toma no son del gusto de todos o bien no funcionan. Pero nadie propone soluciones concretas, y lo que se propone no se toma en cuenta.

Joseph H. H. Weiler afirmó que la culpa de los malos resultados provenientes de nuestros políticos es nuestra porque nosotros los votamos, pero cómo encontrar la verdad en sus propuestas, la eficacia, la honestidad. Nadie lo sabe. Todos los jóvenes tenemos grandes ideales, grandes metas que alcanzar, tantas cosas que cambiar. Pero John Acton decía  que el poder corrompe, pero que el poder absoluto corrompe absolutamente. Somos humanos, somos débiles, somos injustos.

Se podría decir que no hay progreso por una falta de diálogo entre partidos y la inexistencia de un fin común que obligue a todos a trabajar por un mismo resultado, aunque se podría también pensar que no hay progreso porque somos un conglomerado se seres, gobernados y gobernantes, incapaces de darnos plenamente, de olvidar nuestro egoísmo por necesidades mayores a nosotros mismos.



[1] NUBIOLA, Jaime. Invitación a pensar. “El debate político”. Editoriales RIALP. Madrid, 2008.

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